el pos 2001 en Córdoba - relato testigo de algunos procesos culturales
La década del 2001 fue una especie de gran semillero de lo que vendría, por germinación dentro de la propia Córdoba, y porque muchas de las cosas que se estaban gestando en Buenos Aires luego se pondrían en diálogo con la ciudad.
Ideas como la de tener un propio proyecto artístico, la de ponerlo en diálogo con la comunidad, la de trabajar asociativamente con otros y otras artistas, la de intercambiar trabajo y otras del tipo se iban gestando a lo largo de la década, a tal punto que ese período termina con las condiciones dadas para mucho de lo que explotaría en la segunda década del s. XXI.
Desde mi punto de vista, mucho de este movimiento de cosmovisión tiene que ver con el nuevo mandato de red social. Si bien sabemos que esto inauguró el concepto de web 2.0 y que detrás de eso puede leerse todo un diseño de globalización, también es cierto que generó una liquidez social en la comunidad artística y de a poco fue construyéndose esta idea de la propia escena compartida con otras, en una igualdad de condiciones. Algo que empieza a caer es el control pan óptico sobre quien hace que cosa. Cualquiera puede jugar el juego de ser alguien en la red y esto sienta las bases para romper poco a poco aquella condición privilegiada de un grupo que controlaba todo lo que pasaba en la ciudad. El famoso "todos podemos ser" estalla como una especie de slogan tácito.
Quizás estas condiciones que se daban, a la par, sentaban las bases para una segunda década donde no sólo se actualiza toda la sociedad en términos 2.0, sino que además la política descubre en los mecanismos de red uno de sus principales aliados. Si bien esto es gradual, situaciones "asociativas" y acciones colectivas empiezan a ser interesantes para los programadores de salas y secretarías de cultura. Empieza a ser interesante la "gestión de públicos" y empieza a haber un debate en torno a la "generación de públicos". La política explicita el uso del gran show para construir su identidad.
Es interesante que mucho del debate tiene que ver con la construcción de nuevas identidades. Esto dialoga en buena medida con la idea del microrelato de los pensadores posmodernos, y desde un punto de vista personal, tiene que ver con una estimulación desde la política cultural para que así sea. Este hecho traerá cosas positivas: se estimula la profusión de grupos de todo tipo y empieza a haber nichos donde aplicar, lugares donde producir, y emprendedurismo por doquier, todo vinculado a la posibilidad de crecimiento de las pequeñas y medianas empresas, y el aumento del consumo interno. Lo negativo del proceso se observa en el hecho de que la cultura queda en gran medida en mano de los ciudadanos y su "libre mercado" de bienes culturales, lo que nunca pudo convivir muy bien, en términos de equidad, con la idea de gran industria de la música. Esto se considera unos años más tarde, con la concreción de un Ministerio de Cultura y un ente de aplicación de políticas culturales en música (INAMU) que sin duda estimulan y vuelven más pareja la ejecución de estímulos para artistas y la discusión de derechos.
En relación a esto, si bien es cierto que hoy tenemos una buena cantidad de ofertas vinculadas al reconocimiento simbólico de algunos procesos culturales en Argentina, seguimos con muchos interrogantes, sobre todo en la relación de pensar el oficio de quien hace arte como un trabajo. Nuestra cultura aún no lo permite y de algún modo la sensación tiene que ver con que hacer arte es un hecho vocacional que se entrega a la sociedad. En este sentido, sacando la situación de los grandes divos de nuestra música, los artistas trabajan para sus amigos, familiares, y grupos mínimos de ciudadanos que siguen ciertos proyectos. Algunos superan esa barrera y se convierten en verdaderas empresas, hecho que hace pensar que la cultura que realmente tiene posibilidades de abrirse campo está en el ámbito privado, con todo lo que esto implica a nivel social.
En este sentido, no hay duda alguna de que la cultura ha avanzado en el logro de derechos y de reconocimientos simbólicos de los artistas. Quizás nos queda la pregunta de cómo sería un trato más justo entre las industrias instaladas y artistas que producen cultura, los que casi nunca coinciden. Quizás en un futuro, preguntas de este tipo puedan desplazar el "no se puede vivir del arte pero si de los artistas" hacia el "artistas viven del arte y que las industrias vivan de los artistas, que al menos puedan hacer negocios juntos". La crisis de los que hacen cultura nunca termina de sanarse, pero al menos puede pelearse en el campo de las ideas, en el calibrado de nortes y en las posibilidades de la postulación utópica.
---------------------------
De Bonus Track, este disco del 2014 que se la pasa hablando de la ilusión de la cultura en Córdoba.