En el 2018, el Darmstadt Sommerkurs 2018 se abrió la edición del festival con el "Piano Concerto" de Simon Steen Andersen (2014). La pieza es para piano, samplers, video, mapping y orquesta. En la obra (ahora me comportaré como un cronista), uno puede ver un video, antes de empezar la música, donde toman un piano de cola, lo elevan con una grúa a unos 30-40 metros de altura y lo sueltan. El piano se destroza en mil pedazos. Acto seguido, comienza una dramaturgia en las pantallas, que trabaja interdisciplinariamente con la música que ocurre entre la orquesta, el piano y los parlantes. El pianista, como si se tratara de un doble concierto, se proyecta en mapping tocando el piano destruído, que se encuentra sampleado en un teclado que Nicolás Hodges (pianista para el estreno) tiene arriba del piano. De algún modo podemos decir que es un doble concierto para un sólo pianista.
Dado que estamos hablando de una de las academias más prestigiosas del mundo, entendemos que el hecho fue bastante icónico. Aún cuando la idea del concepto "academia" en la posmodernidad se vuelve un gesto un tanto burdo de contrucción de poder, es interesante como estos espacios herederos de la máquina de poder moderna resignifican hechos para ser un espacio donde las últimas ideas de un grupo de creativos se debaten, en una comunidad congregada para esto. Cómo Cannes o Hollywood en el cine, Darmstadt es uno de estos espacios de construcción de paradigmas
que marcan un polo fuerte del pensamiento
cultural de la época, desde el fin de la
segunda guerra mundial.
De cualquier modo, lo que aquí nos interesa es la observación de una especie de reencarnación de Fluxus, el grupo de arte extremo que se construye entre el alumnado de John Cage y que se lanza al mundo como una especie de declaración en sintonía con el "fin del arte" que se decretara en torno a la figura del "Pop Art" y para muchos, con el punto de partida de la idea de lo Postmoderno. Decir reencarnación es un error, ya que el grupo internacional, en sus manifiesto, nunca se autodefinió como un conjunto temporal - espacial, sino como un espacio por fuera del arte. "Fluxus no se ha inventado aún" (Williams) "pues resulta imposible obtener una patente de los fenómenos que se consideren como algo más que una manera de ver las cosas". Estas declaraciones dan cuenta de ello.
En otras palabras, "Fluxus y su anonimato espacial y temporal, se manifiesta como un espacio ideológico que atiende prioritariamente a la defensa de la acción como objeto artístico". A este respecto, no podemos decir que Simon Steen Andersen es un Fluxus en el sentido puro, pero si podemos decir que su composición, en el Concierto para piano, parte de un punto de partida cercano, e implica una partitura de acciones para lograr el material más impactante de la obra: la destrucción del piano. Como consecuencia La Obra. Allí, aparece algo de la categoría posmoderna. El compositor toma pedazos de la tradición global para dialogar, y la usa a su criterio, y hasta donde su libertad creativa lo indica. A partir de ese lugar, construye la obra, como un compositor que hace obras. La experiencia estética es muy diferente de Fluxus, y sin embargo, Fluxus se ha embebido como material en la poética y en los argumentos de una obra, que está enunciada dentro de un paradigma más formalista a la manera moderna, con niveles de "cerrado-abierto" completamente delimitados.
De este modo, con una serie de contenidos morbosos donde podemos asistir a la destrucción de la idea de arte moderno, damos por inaugurada una serie de publicaciones acerca de las categorías "moderno - posmoderno" y buscando una postulación cerca de estos fenómenos que vivimos en nuestros días que se ubican "después del fin del arte".
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Como posdata, la pieza de Steen Andersen, sin su dimensión visual.