"Martin Seel, (2010) en Estética del aparecer, distingue tres modos de aparición de la imagen: el simple aparecer, el aparecer atmosférico y el aparecer artístico".
"El simple aparecer “se concentra exclusivamente en la presencia sensible de sus objetos y mantiene por ello una cierta distancia respecto de cualquier interpretación referente al sentido” (p. 145). Se trata de un aparecer distraído, sin atención, automático".
"En segundo lugar Seel (2010) distingue el “aparecer atmosférico”. Consiste en las correspondencias atmosféricas en medio del sentido, un saber biográfico e histórico […] La conciencia de las atmósferas que moviliza un saber en torno a referencias culturales, en las cuales inserta su percepción. A veces incluye actos imaginarios, a través de los cuales fantaseamos o rememoramos al mismo tiempo otro presente […] En la percepción atmosférica, determinados aspectos de la situación presente también pueden aparecer como objetos facultativos de la imaginación […] Va del pasado de su historia particular y su entretejimiento en la historia colectiva hacia el futuro coloreado por sus planes, esperanzas y temores… (pp. 145-146)".
"Una situación, explorable a través de los sentidos, se relaciona con otra del pasado, nos devuelve una imagen pasajera de nuestra vida, captamos la cuerda de la duración de la vida a través de situaciones distantes que coliden".
"Las conexiones atmosféricas culminan en la epifanía proustiana, una impresión del presente conectada con una impresión del pasado cuyo trasvase ilumina el espesor del tiempo, duración más allá de cualquier contenido. A partir de un estímulo presente, la memoria involuntaria vuelve a una cierta escena del pasado, investida de afecto, que nos conmociona, nos hace conscientes de la duración con su emoción correspondiente. La duración pura, captada entonces, es independiente de cualquier emoción de un yo de superficie enredado en cuestiones del presente".
"Para aludir al aparecer atmosférico, Walter Benjamin le dio el nombre de aura (Didi-Huberman, 2012, pp. 94-95). El aura es para él una trama singular de espacio y tiempo, una impresión de lejanía dentro de lo más cercano. Una distancia se aproxima para volver a distanciarse. La distancia es temporal, espacial, y también la distancia de lo insólito. Frente a nosotros, dice Benjamin (1989), la imagen levanta la vista. Sentir el aura de una cosa es otorgarle el poder de alzar los ojos. De captarnos o secuestrarnos, dentro de un acontecimiento único. Lo que nos mira se vuelve un cuasi sujeto, cuasi vivo, aunque sea apenas imagen. Nos interpela, como en los sueños. Es un aparecer motivado. Nos conmina a responder. ¿Pero cómo?"
"El aura de la imagen es en verdad un conjunto de imágenes, asociaciones, resonancias, perfumes (el soneto de las “Correspondencias”, en Baudelaire), una constelación del afecto, un poder manifiesto de la memoria involuntaria. Dos momentos separados coliden en el tiempo. El espacio se abre o se ahueca".
"Benjamin tradujo A la busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. Al describir el aura está pensando en la poética proustiana. Los momentos privilegiados de la Recherche no incluyen la reminiscencia de ideas trascendentes, como en Platón, sino impresiones sensibles inmanentes olvidadas, que la memoria involuntaria de repente trae. No hay trascendencia, sino choque inesperado dentro de la inmanencia. Respecto de las formas espaciales y temporales del afecto, la distancia no es óptica, solo existe para un ser que se orienta en el mundo por el sentir".
Los textos son de Echavarren, revista Scielo, Uruguay. Fotografía de Amilcar Cantoni